Del fervor a la decepción
Elon Musk deja el gobierno de EEUU y marca distancia con Trump

Apoyó su campaña, diseñó una “motosierra fiscal” y chocó con la burocracia.
Elon Musk, el hombre más rico del mundo y dueño de empresas como Tesla, SpaceX y la red social X, anunció este miércoles que pone fin a su breve pero intensa participación en el gobierno de Donald Trump. A través de un mensaje en X, Musk comunicó oficialmente su salida del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), el organismo que encabezaba con el objetivo de reducir el gasto público federal.
“Al finalizar mi mandato como Empleado Especial del Gobierno, quiero agradecer al presidente @realDonaldTrump la oportunidad de reducir el gasto innecesario”, escribió Musk, asegurando que el espíritu del DOGE continuará vivo “como una forma de vida en todo el gobierno”.
La renuncia se hizo pública pocas horas después de que se difundiera un adelanto de su entrevista con la cadena CBS, donde Musk se mostró abiertamente decepcionado por el rumbo fiscal del nuevo mandato de Trump. En particular, cuestionó el ambicioso proyecto de ley tributaria que impulsa el oficialismo republicano en el Congreso, calificando el plan como excesivamente costoso.
Aunque la Casa Blanca confirmó que la salida fue acordada y amistosa, la distancia entre Musk y Trump se ha ido ensanchando en los últimos meses. Aquella sintonía inicial, que incluyó elogios públicos, asesorías constantes y hasta gestos simbólicos como la entrega de un Tesla personalizado al presidente, quedó relegada ante las diferencias por el déficit fiscal, las barreras arancelarias y la resistencia de la burocracia a los recortes drásticos impulsados desde el DOGE.
Recordemos que la participación de Musk en el gobierno comenzó oficialmente tras el regreso de Trump a la Casa Blanca, aunque sus acercamientos se remontan al verano de 2024, cuando el empresario expresó públicamente su respaldo al entonces candidato republicano luego de sobrevivir a un intento de asesinato. En aquel momento, Musk donó más de 260 millones de dólares a la campaña, cifra récord incluso en el contexto político estadounidense.
Ya con Trump reelecto, Musk fue designado como "empleado gubernamental especial", una figura creada por el Congreso en 1962 para tareas puntuales y de corto plazo. Desde ese rol, lideró el DOGE con un equipo de ingenieros jóvenes. El objetivo: identificar y eliminar el “desperdicio, fraude y abuso” en la administración federal.
El paso de Musk por la gestión pública no estuvo exento de consecuencias personales y empresariales. Tesla, su compañía insignia, experimentó una caída del 71% en sus beneficios durante el primer trimestre del año, en parte por ataques dirigidos a concesionarias y estaciones de carga en represalia por los despidos del DOGE. Incluso, en una de las entrevistas ofrecidas esta semana, el empresario admitió: “Me equivoqué al dedicarle tanto tiempo a la política”.
A su vez, las denuncias por conflictos de interés no tardaron en llegar. A pesar de que no percibía salario, Musk intervenía en áreas del Estado con las que sus compañías mantenían contratos millonarios, una situación que despertó alarma entre expertos en ética gubernamental.
El desenlace se aceleró con la discusión en el Congreso de la nueva ley fiscal republicana, un voluminoso paquete de más de mil páginas que recorta impuestos, pero también beneficios sociales. Según estimaciones independientes, la norma podría incrementar la deuda nacional en más de tres billones de dólares en los próximos diez años, contraviniendo el espíritu del DOGE.
La ley fue aprobada por un margen mínimo en la Cámara de Representantes y ahora espera tratamiento en el Senado, donde algunos legisladores republicanos ya expresaron reparos. Para Musk, fue la gota que rebalsó el vaso.
Así, el empresario deja Washington tras cuatro meses convulsos, con más frustraciones que logros. Su última intervención tendrá vigencia hasta este viernes, cuando se cumplan los 130 días permitidos por ley para los empleados especiales.
La iniciativa del DOGE, sin embargo, sigue vigente hasta el 4 de julio de 2026, cuando Estados Unidos celebre su 250º aniversario. Pero sin su figura más visible al frente, el futuro del organismo es incierto.
Atrás quedaron los días en que una simple llamada de Musk podía alterar el tablero político. Como él mismo reconoció esta semana, en Washington “las cosas no se mueven como en Silicon Valley”. Y, por ahora, no hay cohete que pueda llevarlo de regreso.