Al gran pueblo argentino salú
El vino Carlón: el tinto popular de 1810

Sommelier.

El vino Carlón fue el tinto del pueblo. Un vino fuerte, barato y criollo, que acompañó al gaucho, al vecino en la pulpería y al pueblo en los días de revolución. Un símbolo humilde, pero presente, en los orígenes de la historia argentina.
En cada 25 de Mayo, cuando la escarapela se coloca en el pecho y ese aroma del locro invade las calles, también vale la pena recordar a esos protagonistas que acompañaron la historia del pueblo argentino. El vino Carlón tiene un lugar especial: tinto, dulce, profundo, compañero de tertulias, de fogones y de brindis.
El Carlón llegó desde el viejo mundo desde la región valenciana de España. Era un vino fuerte, de color intenso, persistente y sabor dulzón, que rápido encontró su lugar en el corazón y la copa de los criollos. A fines del siglo XVIII y principios del XIX, entraba por el puerto de Buenos Aires en toneles o botellas, pero también en las bodegas humildes de Cuyo y Chile, que buscaban reproducir ese vino común de mesa.
Por aquellos años, también era común el vino hecho con uvas criollas. Se trataba de producciones caseras, elaboradas de forma artesanal en los patios y jardines de las casas, y destinadas únicamente al consumo interno. Pero volvamos al vino en cuestión.
No era un vino de lujo, ni de salones aristocráticos. El vino se servía en pulperías, en jarras de barro o botellas reutilizadas, y se bebía entre gauchos, soldados, vecinos y poetas. Era el vino de la gente.
Se cuenta que tras la formación de la Primera Junta, en las noches siguientes al 25 de Mayo de 1810, hubo grandes tertulias donde corría el Carlón entre guitarras, empanadas y palabras románticas. Tal vez no haya un registro que lo confirme, pero en cada casa criolla, ese sencillo vino fue testigo de abrazos, promesas y sueños de libertad.
El vino Carlón, más que una bebida, fue un símbolo cultural, en donde en cada mesa del pueblo criollo, se convirtió en un símbolo de identidad popular nacional. Se vendía a medida, en jarras o damajuanas, y su precio era muy económico. Fue el compañero fiel de los días más duros y de las pequeñas alegrías.
Hoy, al recordar aquella revolución, también rendimos homenaje a lo simple, a lo verdadero. A ese vino noble y humilde que, aunque ya no recorre nuestras pulperías, sigue vivo en la memoria de muchos. Porque el Carlón no fue solo vino: fue historia, fue pueblo… y fue libertad en la copa.
Tal era la presencia de este famoso vino en la vida del pueblo, que quedó grabado en la historia del tango, en la letra de “Pucherito de gallina”, obra de Roberto Medina, que Edmundo Rivero popularizó con sus guitarras. También hay una muy buena versión del mismo tema que lo interpreta el Yotivenco, banda musical del famoso actor Rodrigo de la Serna.
Pucherito de Gallina
https://www.youtube.com/watch?v=Gl2gNfXEIeY
Con veinte abriles me vine para el centro,
Mi debut fue en corrientes y maipú;
Del brazo de hombres jugados y con vento,
Allí quise, quemar mi juventud...
Allí aprendí lo que es ser un calavera,
Me enseñaron, que nunca hay que fallar.
Me hice una vida mistonga y sensiblera
Y entre otras cosas, me daba por cantar.
Cabaret... "tropezón"...,
Era la eterna rutina.
Pucherito de gallina, con viejo vino carlón.
Cabaret... Metejón...
Un amor en cada esquina;
Unos esperan la mina
Pa' tomar el chocolate;
Otros facturas con mate
O el raje para el convoy.
Canté en el viejo varieté del parque goal,
Y en los dancings del bajo leandro alem;
Donde llegaban "chicas mal de casas bien",
Con esas otras "chicas bien de casas mal"...
Con veinte abriles me vine para el centro;
Mi debut fue en corrientes y maipú.
Hoy han pasado los años y no encuentro,
Calor de hogar, familia y juventud.