Entrevista
Andrés Hatum: "el futuro es híbrido, hacer homeoffice es cambiar de jaula"

Historiadora y Periodista

Entre Zooms eternos, métricas absurdas y jefes confundidos: el trabajo ya no es lo que era.
Andrés es mi amigo. De esos con los que se puede hablar de todo: desde teorías de management hasta la vida misma, pasando por libros, viajes y alguna que otra ironía sobre el mundo del trabajo. Pero además de ser una gran persona, tiene un currículum que impone.
Profesor en Management y Organización en la Escuela de Negocios de la UTDT, exprofesor titular del IAE, y docente invitado en escuelas de negocios de España, Chile, Miami y Holanda, Hatum combina la academia con la práctica como pocos. Ha trabajado con empresas de medio mundo —desde Coca Cola hasta McDonald's, pasando por bancos, farmacéuticas y firmas familiares— y sus investigaciones sobre talento, flexibilidad organizacional y creatividad lo posicionan como una voz clave para entender cómo cambian las empresas en tiempos turbulentos.
En esta entrevista comparte su mirada sobre los desafíos que enfrentan hoy las organizaciones, los cambios en el mundo del trabajo y lo que viene en términos de gestión del talento.
Luciana Sabina: ¿Cómo ves la relación entre el trabajo humano y la inteligencia artificial? ¿Estamos frente a una amenaza real de reemplazo masivo o se trata más bien de una herramienta que potencia ciertas tareas?
Andrés Hatum: La inteligencia artificial no vino a reemplazarnos: vino a mostrarnos lo reemplazables que somos. Nos aferramos a la idea de que la IA “potencia” tareas humanas, como si estuviéramos en una cooperativa con ChatGPT y no en una competencia darwiniana de bits contra carne. ¿Herramienta o amenaza? Depende. Si sos creativo, adaptable y sabés pensar (sí, pensar, esa cosa en extinción), la IA puede ser tu aliada. Si tu trabajo es seguir procesos sin cuestionarlos, lamento informarte que un algoritmo lo hará más rápido, sin pedir aumento ni tomarse vacaciones. Recomiendo leer I Human, el libro de Tomás Chamorro Premuzic publicado por Harvard Business Press.
Luciana Sabina: ¿Hoy trabajamos más o menos que hace una o dos décadas? ¿La tecnología y la flexibilidad actual nos liberan o nos atan aún más al trabajo?
Andrés Hatum: Trabajamos más. Mucho más. Pero disfrazado de libertad. Te dan una laptop, una app de bienestar y te dicen: “trabajá cuando quieras”. Lo que no te dicen es que vas a terminar trabajando todo el tiempo. Antes, al menos, el trabajo tenía horario. Hoy te escriben un sábado a las 22:13 y, si no respondés, sos “poco comprometido”. La flexibilidad, en muchos casos, se convirtió en una correa más larga. Es un espejismo de la autonomía: creemos que elegimos, pero solo cambiamos de jaula. Escribí un libro que se titula Fragmentados: Breve historia de cómo el trabajo nos arruinó la vida. Creo que el título es claro.
Luciana Sabina: En tu experiencia, ¿el trabajo mejora o deteriora la calidad de vida de las personas hoy? ¿Dónde está el punto de equilibrio entre productividad y bienestar?
Andrés Hatum: Depende de a quién le preguntes. Para los que diseñan las métricas de performance desde un Excel en la torre corporativa, el trabajo es la fuente de realización. Para el que está en la trinchera lidiando con KPIs, burnout y mails pasivo-agresivos, el trabajo es, a veces, una forma sofisticada de sufrimiento. El equilibrio entre productividad y bienestar existe… en las presentaciones de Recursos Humanos, en los rankings poco creíbles de las mejores empresas para trabajar. En la práctica, muchos trabajadores están partidos al medio: quieren vivir, pero también cumplir. Y el trabajo, si no está bien diseñado, termina siendo un espacio que drena más de lo que nutre.
Luciana Sabina: ¿Qué opinión te merece el debate sobre presencialidad, virtualidad o esquemas híbridos? ¿Creés que el trabajo remoto llegó para quedarse o vamos hacia un retorno más marcado a las oficinas?
Andrés Hatum: El debate sobre la presencialidad parece salido de una telenovela. Unos lloran por el cafecito en la oficina; otros por el pijama en el Zoom. En realidad, el futuro es híbrido, pero no por decisión racional, sino por agotamiento de las partes. Las empresas no saben cómo manejar el control sin oficina; los empleados no quieren volver al “open space” donde se escuchaba hasta la masticada del de al lado. Lo que falta es una conversación honesta sobre para qué nos juntamos: si es para hacer lo mismo que en casa pero con peor Wi-Fi, mejor no vuelvo. La oficina tiene que ser un hub de colaboración, no una obligación de espanto.
Luciana Sabina: ¿Con qué criterios se selecciona personal hoy en día? ¿Lo ideal sería priorizar capacidades blandas, técnicas o hay otros factores que deberían pesar más?
Andrés Hatum: En teoría, se selecciona por competencias. En la práctica, muchas veces se elige por “fit cultural” (traducción: que no moleste mucho y que hable el mismo PowerPoint que el resto). Las habilidades blandas están de moda, pero el problema es que nadie se anima a definirlas. ¿Qué es “comunicación efectiva”? ¿Decir lo que pienso o lo que el jefe quiere oír? Lo ideal sería buscar gente que piense, que cuestione, que sepa trabajar con otros y que no entre a la organización con el piloto automático. Pero claro, eso incomoda. Y en muchas empresas, la incomodidad se castiga.
Luciana Sabina: En cuanto al liderazgo, ¿cómo cambió el perfil del CEO en los últimos años? ¿A qué desafíos nuevos se enfrentan quienes dirigen organizaciones en este contexto de cambios acelerados?
Andrés Hatum: El CEO ya no es el héroe solitario con respuestas para todo. Ahora se espera que inspire, comunique, escuche, sea empático, digital, sustentable y, además, rentable. Básicamente, Superman con un MBA. Pero el problema no es la sobreexigencia, sino la falta de autenticidad. Muchos CEOs todavía operan con lógicas del siglo pasado: control, opacidad, distancia. Y el mundo pide lo contrario. En mi libro El Antilíder lo analizo: lo que hoy diferencia a un buen líder no es el carisma ni el ego, sino la capacidad de adaptarse, de liderar en el caos, de no tener todas las respuestas pero hacer las preguntas correctas. Y eso, creeme, no se aprende en un curso de liderazgo consciente en Bali.