Masataka Taketsuru
El samurai del whisky japonés

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Viajó desde Japón a Escocia en 1918, se casó con una escocesa y volvió a su país para fundar una industria que hoy pelea cabeza a cabeza con los mejores del mundo.
Si hoy los whiskys japoneses aparecen en las cartas de los bares tops de Buenos Aires, es gracias, a un japonés audaz , romántico y con buen paladar: Masataka Taketsuru, uno de los grandes responsables del whisky nipón junto con Shinjiro Torjii. Pero en este capítulo nos detendremos para hablar de uno de ellos.
Todo empezó hace más de 100 años, cuando Taketsuru, hijo de una familia que fabricaba sake, se obsesionó con una bebida escocesa que para los japoneses de aquella época sonaba más que raro: el whisky. Pero él no quería copiarlo, quería hacerlo de la mejor manera. Y como buen japonés aplicado, en lugar de leer un libro o ver un tutorial de YouTube (que claramente no existía), cruzó el planeta y se fue a Escocia a aprender de los mejores.
Era 1918, Japón todavía se estaba modernizando, y este joven químico dijo: “Me voy a Escocia a aprender a destilar como Dios manda”. Estudió en la Universidad de Glasgow y se metió en varias destilerías para aprender el arte del whisky en primera persona. Ah, y de paso se enamoró de Rita Cowan, una escocesa con más aguante que Highlander, porque no solo se casó con un japonés en plena posguerra, sino que se fue a vivir a Japón con él, cuando nadie hablaba inglés ni conocía el haggis.
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Cuando volvió a Japón, trabajó un tiempo para Suntory, la primera empresa japonesa que intentó hacer whisky. Pero como buen obsesivo, no quería hacer un whisky “así nomás”, quería replicar el espíritu de las Highlands. Así que en 1934 armó su propia empresa, Nikka Whisky, en la región de Yoichi, en la isla de Hokkaido, porque el clima le recordaba a Escocia. Sí, fue literal: eligió un lugar con niebla, frío y viento porque le parecía más auténtico.
Al principio obviamente nadie le creía. Los japoneses estaban más acostumbrados al sake o al shōchū. Pero Taketsuru se mantuvo firme: “Paciencia, calidad y barricas”. Y tuvo razón. Mucho tiempo después, sus whiskys ganaron premios internacionales y empezaron a figurar entre los mejores del mundo, a la altura (o incluso más arriba) de muchos escoceses y bourbons.
Hoy, el whisky japonés es casi un producto de culto. Marcas como Nikka, Hibiki, Hakushu y Yamazaki aparecen en colecciones de expertos y en subastas internacionales. Y todo gracias a un japonés testarudo que se enamoró en Escocia y decidió que el whisky también podía tener alma oriental.
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Así que la próxima vez que te sirvan un single malt japonés, no pongas cara rara. Recordá que hay una historia de amor, coraje y mucho laburo detrás de cada trago. Y que si hoy el whisky japonés está de moda, es gracias a un loco lindo que se animó a mezclar lo mejor de dos mundos: la tradición escocesa y la precisión japonesa.
Salud por Masataka Taketsuru, el samurai del whisky.
¡Chin Chin!