Escenario
El PRO busca candidato y se prepara para enfrentar a Patricia en 2027

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Mauricio Macri quiere volver a las bases. La crisis y la posibilidad de no entrar al balotaje sin una alianza política.
Es la realidad, eso que viene después de la opinión y las argumentaciones más contundentes: de los 18 partidos políticos que gobernaron países de la región en los últimos 20 años, once ya desaparecieron, dos gobiernan México y el Salvador, y cinco evalúan renovarse o simplemente dejar de existir. El PRO está en los que desde terapia intensiva piden una oportunidad más, y con pergaminos para pedirla: ganó todo lo que tuvo a su alcance durante casi veinte años, incluido el Peronismo, el aparato y todo lo demás también.
Mauricio Macri cree que hace falta un golpe de timón, un sacudón que rememore al votante porteño que “los mejores días, siempre fueron macristas”, para evitar confusiones. Como Dostoievski en El Jugador, hay que saber cuándo retirarse, cuando apostar, pero sobre todo entender que no siempre va a salir el número que se espera. Hay que tener estrategia y entender el paso del tiempo y de los roles. Un empresario, resolvedor, ambicioso y harto del sistema se metió en 2002 y lo hizo. Momento de buscar a ese Macri.
Ahora bien: si las elecciones a jefe de Gobierno el domingo próximo, la ciudad dejaría de ser amarilla después de casi veinte años, desde que en diciembre de 2007 Mauricio Macri partió la historia del distrito para imponer una nueva forma de pensar la política porteña con un equipo de profesionales del sector privado y algunos dirigentes que vieron en Macri un liderazgo que perdura en muchos casos. Se terminó, esa época dorada no existe más y el PRO está frente al desafío más grande de su historia: elegir un candidato de consenso que permita evitar el ingreso de Patricia Bullrich a Uspallata.
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Menos café y rosca, más gestión, más “etapabilizar” como suelen decir los amarillos, más pliegos anónimos y encriptados y menos veredas renovadas sistemáticamente, menos grúas arruinando el aguinaldo del votante y más inauguraciones fuera de los tiempos electorales. Más pensamiento del metro cuadrado del vecino y menos consultorías millonarias. Volver al PRO, no es más que eso, es volver a pensar en que mientras los porteños trabajan, un equipo resuelve problemas diversos en toda la Ciudad. Tolerancio cero al delito, cero al trapito, cero a cualquier incumplimiento de cualquier norma, sea quien sea. Fin.
Duro pero aún más real: el PRO hoy no tiene mayoría, no es primera minoría porteña, y sin un acuerdo con espacios con los que hoy no puede ni dialogar, como LLA, directamente sería una candidatura que no entraría ni por asomo al balotaje que exige 50 puntos para gobernar. El liberalismo con su tercio nuevo y el Peronismo con su tercio historico dejarían hoy al PRO afuera de Uspallata, pero esencialmente afuera del debate político del distrito, eso que casi inventaron ellos.
El equilibrio entre crecimiento, expansión e identidad se rompió en algún momento. Hay una idea de que el segundo gobierno de Horacio Rodríguez Larreta fue el que desdibujo la identidad al conformar una alianza explicita con Martin Lousteau, el partido socialista, el radicalismo, la Coalicion Civica y otras expresiones progresistas que le quitaron la impronta original al PRO. Ahora volverán a las viejas fuentes, esas que hicieron que un grupo chico de hombres con baja intensidad ideológica pero con capacidad de gestión y afan por resolver problemas, vuelva al poder.
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Ese equipo que ganó todo entre 2007 y 2025 se fue alterando, diluyendo, pero la esencia de una forma de pensar la política y esencialmente del método de gobernanza es el que el PRO buscará recuperar. Incluido ahí el mérito de Horacio Rodríguez Larreta, quien con la obsesión por los dead lines y las métricas le permitió hacerse cargo de la gestión en dos ocasiones.
Guillermo Dietrich, Andrés Ibarra y otros colaboradores de larga data de Mauricio Macri son parte de un entramado de dirigentes que representan el pensar y el hacer del PRO en la Ciudad y que sostienen alta aceptación en la opinión pública. Dietrich reinventó el transporte en la Ciudad y después de haber manejado miles de millones de dólares, no tiene un señalamiento por falta de transparencia. Mismo caso que Andrés Ibarra, experto en gestión y modernización, manejó pliegos multi millonarios con auditorías y controles internacionales sin una denuncia. Una forma de gestionar.
Patricia Bullrich será candidata violeta, inspirando valores amarillos, pero evitando formas presidenciales. Ese Rubicon deberá transitar la senadora para derrotar al PRO, recuperar el voto de la derecha republicana porteña que valora la tolerancia cero al delito pero desprecia los gritos y las descalificaciones y lograr gobernar la ciudad más rica, densamente poblada y visitada del país, donde se supone que Dios atiende.
Ahora bien, el PRO puede ganar, pero con quién. Esa es la pregunta que hoy no tiene respuesta. Desde ya el PRO puede ganar la Ciudad, es lo que pasa hace veinte años, pero quién inspira los valores del PRO de 2007 para gestionar sin pausa. Mauricio Macri era un empresario exitoso que venía de resolver temas en SEVEL, en SOCMA, en Boca Juniors donde hoy el populismo azota al club sin pausa, y se metió en política. ¿No será la hora de buscar el nuevo Mauricio Macri? Un emprendedor que resuelva problemas, desafíos, que no se contamine, que apueste sin especular y que vuelva entonces el PRO al poder.
