Estrés y riesgos
El peso del trabajo en un mundo que no para

Psiquiatra
El estrés laboral se ha convertido en una epidemia silenciosa. En el Día del Trabajador, esta historia clínica nos recuerda que la salud mental también trabaja —y a veces, colapsa.
“‘La libertad no es nada sin la angustia de elegir,’ dijo Camus, y yo pienso: ¿Es esa angustia la rueda que nos arrastra sin fin?” En el Día del Trabajador, celebrado cada 1 de mayo, esta reflexión cobra vida al mirar la realidad de quienes enfrentan el estrés laboral, una carga que pesa cada vez más en un mundo que no para.
En mi consultorio de Talcahuano, un espacio luminoso en Recoleta donde el murmullo de la ciudad se cuela por el ventanal, he visto cómo esta rueda aplasta incluso a los más resilientes, dejando huellas profundas en la salud mental y recordándonos los riesgos que enfrentamos al no detenernos.
Pedro, un joven de 25 años, llegó a mí con el peso del trabajo grabado en su cuerpo. Era operador en un broker financiero, un entorno donde las pantallas parpadean sin descanso y un segundo de duda puede costar fortunas. “Estoy todo el tiempo pensando, siempre a mil,” confesó, su frente brillando de sudor, un gesto nervioso que delataba su tensión. Cada día era un malabar: operaciones bursátiles que manejaba con precisión quirúrgica, reuniones con clientes exigentes, y decisiones que cargaban el futuro de otros sobre sus hombros. “No puedo cometer errores,” dijo, sus dedos tamborileando sobre la mesa, un tic que gritaba lo que sus palabras apenas rozaban. La presión lo consumía; una noche, en una reunión de trabajo, la ansiedad estalló: transpiración, taquicardia, y la sensación de que “no podía respirar.” Tuvo que salir a mojar sus muñecas con agua fría, intentando calmar un cuerpo que gritaba lo que su mente negaba. Era un cuadro claro de trastorno de ansiedad generalizada (TAG), un trastorno que afecta al 3,1% de la población global, según la OMS, y que se dispara en entornos laborales de alta presión como el suyo.
Las estadísticas son alarmantes. En Argentina, un estudio de la UBA (2023) indica que el 30% de los trabajadores padece síntomas de depresión relacionados con el estrés laboral, mientras que el 25% reporta ansiedad severa. El Observatorio de Salud Mental (2024) revela que los empleos en finanzas, como el de Pedro, tienen un 40% más de riesgo de desarrollar TAG debido a la exigencia constante y la falta de pausas. El cuerpo paga el precio: Pedro no dormía bien, revisando mentalmente cada decisión del día desde la cama; comía de más para calmarse, y el consumo ocasional de marihuana con amigos lo hundía en inseguridades. “No puedo parar,” admitió, un eco de una generación que creció con la idea de que rendirse es fracasar.
El diagnóstico era claro: TAG con rasgos obsesivos. Iniciamos tratamiento con sertralina, un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina, para suavizar su ansiedad, junto con terapia para desarmar su obsesión por el control. A los 30 días, su sueño se regularizó y la ansiedad disminuyó. “Estoy más tranquilo,” dijo, un respiro en su carrera sin fin. Pero su historia no es única. El estrés laboral no discrimina: desde brokers hasta docentes, el ritmo acelerado del trabajo moderno nos empuja al límite. Según la OMS, el estrés laboral crónico aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 35%, y en Argentina, el 15% de las licencias laborales en 2024 estuvieron vinculadas a problemas de salud mental, un dato que debería encender alarmas.
El Día del Trabajador nos invita a reflexionar: ¿cómo paramos esta rueda? El estrés laboral no es solo cansancio; es un riesgo que puede rompernos. La clave está en el silencio, en esa pausa que nos devuelve al suelo, un momento para soltar las presiones antes de que exploten. Encontrar el equilibrio no es rendirse; es un acto de cuidado que nos permite seguir adelante sin perdernos en el camino.