El deseo masculino sin máscaras
El hombre y sus fantasías

Coach sexual.

¿Qué pasa cuando el deseo masculino deja de ser estereotipo y se vuelve confesión? Detrás del silencio, los hombres también fantasean. Y no siempre con lo que imaginás. Esta nota se mete donde el placer no siempre se muestra.
Los hombres fantasean todo el tiempo. Pero no siempre lo cuentan. Algunas escenas las esconden, otras las niegan, y unas pocas se atreven a confesarlas… cuando encuentran un espacio seguro.
¿La más común? El trío: dos mujeres, un hombre. ¿Por qué? Porque simboliza el ego potenciado, el cuerpo deseado por duplicado, la validación erótica sin esfuerzo. Pero también es una fantasía de rendición: dejar de controlar, ser tomado, estar al servicio del placer.
No todo es un trío: lo que de verdad los enciende (y no lo dicen)
Y hay más. Muchas más:
- Ser dominados por una mujer segura y voraz, que no pida permiso ni ofrezca explicaciones.
- Ver a su pareja con otro hombre. Sí, aunque lo oculten. Una mezcla de morbo, entrega y celos que excita en secreto.
- Ser observados, filmados, convertidos en objeto del deseo ajeno.
- Y una más profunda: ser cuidados después del sexo. Abrazados. Mirados. Validados sin tener que rendir examen.
Sí, los hombres también fantasean con ternura, con entrega, con vulnerabilidad. Aunque el mandato cultural los haya entrenado para desear siempre desde el control, el dominio, la performance.
Lo que no dicen (pero desean)
Como coach sexual, recibo confesiones como éstas:
“Siempre soñé con una mujer que me anule con la mirada y me diga qué hacer. Que no me dé opciones.”
“Me calienta verla con otro, pero jamás se lo diría. Siento que me haría menos hombre.”
“Fantaseo con estar atado, sin poder moverme. Perder el control.”
“Quiero que me humillen con palabras, que me digan cosas que nunca diría en voz alta. No porque no me quiera… sino porque en ese juego me libero del personaje que cargo todos los días.”
¿Qué revela una fantasía sexual? Mucho más que un deseo
Como dice Esther Perel en El dilema de la pareja:
“En la fantasía erótica no siempre buscamos lo que nos falta, sino lo que nos devuelve la sensación de estar vivos.”
Y eso también aplica a ellos, aunque les hayan enseñado a callarlo.
Las fantasías no son una traición. No revelan una infidelidad latente ni una perversión escondida. Son un lenguaje. Un espejo. Una puerta. A veces, una invitación a integrar partes del deseo que fueron censuradas, otras, un juego mental que libera.
El deseo como verdad
Confesar una fantasía no es solo desnudar un deseo: es despojarse de mandatos, soltar la culpa y permitirse, quizá por primera vez, habitar el deseo en su forma más libre y verdadera.