Para Cultural
El Estatalnauta

Escritor.
El uso de impuestos para financiar la cultura pero sin cloacas y acceso a red de gas. El rol del peronismo en el INCAA.
Todavía no vi la serie “El Eternauta”.
Pero sí vi a El Estatalnauta.
Sí, vi El Estatalnauta porque ni bien se estrenó la serie, los militantes del estatismo afirmaron en las redes que SIN el INCAA la serie “El Eternauta” no hubiese sido posible. Argumentan que, gracias a los técnicos que aprendieron el oficio en películas hechas con apoyo del Estado, se pudo hacer “El Eternauta” con esa impactante calidad técnica. Ocasión que aprovecharon para volverle a exigir al gobierno de Javier Milei que el Estado siga financiando a la cultura, como hicieron sus líderes Nestornauta y Cristina.
Primero hay que decir que la cultura es como la Patria, no es nadie y somos todos.
En tal caso deberíamos circunscribirnos a hablar de arte, que es una expresión cultural igual a tantas otras. Ni mejor ni peor.
Y si hablamos de arte, la inmensa mayoría que nos dedicamos a esto, en realidad somos simples contadores de historias donde algunas historias salen bien y otras no tanto. Unos poquísimos privilegiados trascenderán la frontera física y temporal. Y por el momento nada indica que con alguno de nosotros eso esté pasando.
En Argentina, si pensamos en obras que trascendieron el lugar y su tiempo provocando un antes y un después en la historia del arte a nivel global, tenemos poquísimos ejemplos para dar.
Podríamos citar a “El Aleph”, de Jorge Luis Borges.
A “Adiós, Nonino”, de Astor Piazzolla.
Y a “Mafalda”, de Quino.
Y no sé si hay muchas más...
Son poquísimas las obras que trascendieron su terruño y su época para convertirse en clásicos universales.
Y acá viene lo curioso: las obras mencionadas, algo que debería invitarnos a reflexionar, se hicieron sin apoyo del Estado.
El Aleph fue escrito en pleno apogeo de la dictadura peronista, en un departamentito de la calle Maipú 994, 6 to B, y en la más absoluta soledad. El peronismo había comprado a casi todos los artistas. Y Borges, que no quería entregarle su lengua al Estado, escribió esta obra cumbre sin una beca del Estado. Al igual que el libro anterior, “Ficciones”. Que cuando se presentó a concurso por el premio municipal ni siquiera ganó una mención, algo que llevó a Borges a quejarse luego en “El Aleph” firmando con su nombre y apellido, algo inédito en la historia de la literatura.
Tampoco hubo una beca ni un subsidio en 1959 para que Astor compusiera “Adiós, Nonino”. Sucedió en una gira penosa por Centroamérica que estaba haciendo Piazzolla para ganarse el pan. La muerte de su papá, a quien le dedica la obra, lo sorprende en plena gira y esa angustia lo llevó a componer semejante maravilla a la que terminó de darle forma en Nueva York, donde seguía tocando para ganarse la vida.
Y Mafalda nació porque una empresa de electrodomésticos quería que Quino creara una personaje que vendiera artículos para el hogar. Así cobró vida Mafalda.
Eso a mí siempre me dijo mucho. Como también me dijo mucho que los tres fueran antiperonistas.
Ahora bien, cuando hablamos de Estado, TODOS somos el Estado. Sobre todo el sector privado que hace posible que el Estado exista.
Por eso, ese master que hicieron los técnicos de cine en las películas financiadas por el Estado y que hizo que hoy, supuestamente, se lucieran en “El Eternauta”, lo financiarontodos de manera obligada. Digo bien, de manera obligada porque el arte se financia con impuestos.
El problema que hoy tenemos es que la mayoría de lo que hoy pagan impuestos alzaron la voz y votaron a Milei porque hoy no quieren pagar más masters. Aunque nos duela y aun cuando el producto final sea maravilloso o una bosta.
Y es entendible.
Porque además tenemos otras urgencias. Y muchos de los que pusieron plata en aquel entonces para que se haga cine, hoy siguen sin ver que su urgencia no es atendida.
Vamos a los datos:
El 37 % de la población no tiene cloacas.
El 40 % de la población no tiene acceso a la red de gas.
6.000.000 de personas no tienen agua potable (y acá cerquita, en Almirante Brown).
Esto es lo urgente, no producir películas.
Así lo entienden ellos y así deberíamos entenderlo nosotros, los que nos dedicamos a esto.
Contrariamente a lo que piensan algunas estrellas de cine, no estamos en una época oscura, al contrario, venimos de un momento oscuro y hoy estamos en una época luminosa. Porque vimos la luz y el reflector está apuntando sobre los que no tienen gas, no tienen cloacas, no tienen agua potable y las cuatro comidas diarias.
Sería perverso pedirles a ellos, que tienen una vida de pesadilla, que con su celular y su tele financien el cine para que nosotros realicemos el sueño de hacer películas. Aun cuando entre nosotros haya algún realizador que, conmovido por estas carencias, haga una película para visibilizar el drama de los que siguen sin tener cloacas, agua potable y las cuatro comidas diarias, después de 80 años de Estado presente.
En fin, sigamos…
Otra de las cosas que observé en El Estatalnauta fue que cuando en la historieta original, uno de los personajes dice que en los invasores hay sólo odio, solamente odio, Oesterheld en realidad estaba hablando de nosotros: los gorilas del sector privado que desde 1955 odiamos al arte y por eso queremos desfinanciar a la Cultura.
Ya se sabe: el narcisismo mandril los lleva a creer que el arte sucede sólo si ellos gritan. Y esto también se vuelve a decir una y otra vez en El Estatalnauta.
Y por supuesto no podía faltar en El Estatalnauta la idea de que la historieta de Oesterheld representa al héroe colectivo. Otra vez la cantinela de siempre de los colectivistas de siempre.
Siguen sin ver que héroe colectivo es un oxímoron. Porque osé es una cosa, o sé es la otra.
Si hay un héroe hay uno que sobresale por encima del resto; ergo, deja de ser colectivo.
Y si es un equipo deja de haber héroes porque todos renuncian al heroísmo individual, y por ende a ser caras y nombres.
Es cierto que fue el propio Oesterheld quien le atribuyó esta cualidad a El Eternauta. Eso sí, veinte años después.
Pero es una cualidad posterior, y lo hizo para que la historieta fuera éticamente admirable.
Ese trabajo modificó la obra para él y sus lectores estatetales, pero no para mí y muchos otros que jamás vimos eso al leerla. Y menos al final, cuando Juan Salvo se sube a la nave y en lugar de llevar a la cabina a su esposa y a su hija, cosa que en la teoría haría un colectivista, insólitamente se separa de ellas para terminar enceguecido por una luz que lo hace apretar el botón equivocado, y así terminar separado de las personas que supuestamente más ama.
La intención del autor era generar una segunda parte, esto es obvio. Pero ese deseo de hacer una segunda parte atentó contra la figura que el mismo autor quiso meter a martillazos: el héroe colectivo, figura que instaló para diferenciarse de forzadamente de los héroes individuales de su odiado “imperio yankee”.
Igual, nobleza obliga, en la década del cuarenta, o sea antes de El Eternauta, hubo un superhéroe llamado Batman que rompió con el prototipo del héroe individualista. Fue cuando los norteamericanos incorporaron en la lucha contra el mal a un adolescente llamado Robin, que con el tiempo fue ocupando un mayor lugar dentro del dúo, y de forma natural dejó de ser un héroe individualista.
Vale la pena recordar que el oxímoron héroe colectivo es una invención francesa, grandes creadores de oxímoron. Aparece por primera vez en la revolución de 1789, luego pasa al teatro naturalista, y alcanza su clímax en la revolución rusa pero solamente en la ficción. Porque al héroe colectivo sólo se lo vio en “El acorazado de Potemkin”, de Eisenstein. Después nunca más volvimos a verlo.
Además, si “El Eternauta” fuera un héroe colectivo, no aparecería posando solo en la portada de la historieta, ni tampoco tendría nombre ni apellido.
Pero en El Estatalnauta, su versión red, se insiste con que esa idea está todo el tiempo presente, en sintonía con el movimiento que ellos militan liderado por Néstor devenido Nestornauta, cuyo nombre siempre está presente ordenando la tropa para guiarla.
Si El Eternauta se trata solamente de un héroe también se abre acá otra discusión, porque el héroe lucha por ideales y/o por otros y/o por una causa mayor. Y el Eternauta, en cambio, lucha por sobrevivir. No pareciera ser un héroe en un sentido estricto.
Porque si no también podríamos afirmar que Robinson Crusoe es un héroe.
Y Robinson Crusoe no es un héroe singular ni un héroe colectivo. Es un hombre que intenta sobrevivir en su isla.
Incluso El Eternauta, más que un héroe es un antihéroe, porque al final termina mal. Como su autor y su criminal revolución roja como el culo del mandril.
Creo que a esta altura no hace falta decir que no soy un fanático de El Eternauta. Quizás porque la leí habiendo leído antes La guerra de los mundos, del increíble Wells, el creador del género. En La guerra de los mundos seres de otro planeta invaden la tierra. Pero eso sí, a ellos no los vemos caminar por la cancha de River como sí pasa en la historieta original, uno de sus mayores atractivos: la reconocible localía.
Otra vez gracias a El Estatalnauta nos volvimos a enterar que mientras se festejaban los goles del mundial en la cancha de River, en la ESMA, a pocos metros de ahí, Emilio Massera torturaba y desaparecía personas. No fue casual la elección de esa cancha por parte de Oesterheld, aseguran. Oesterheldvio el horror que se venía, sentencian. Tampoco es casual que los mismos que aseveran esto, sigan negando que a Massera lo nombró Perón, y que Perón fue el de la idea de torturar y desaparecer con su Triple A a los “zurdos infiltrados” (tal como él los llamaba), idea que terminó incluyéndolos a los Oesterheld.
Héctor Oesterheld fue un miembro activo de Montoneros. Supuestamente no cargó los fierros, sólo se ocupaba de la editorial de la Orga y adoctrinar a sus fans con sus historietas montoneras. Pero sus hijas sí cargaron los fierros y de hecho una de ellas, Elsa, en un operativo prendió fuego a un policía y mató a un nene de dos años.
Por supuesto que por sus crímenes no merecían desaparecer. Sí terminar para siempre presos. Pero el que desarmó el Tribunal que creó Lanusse para juzgarlos y que no desaparecieran (y que incluso los había encarcelado a casi todos) fue el propio Perón a través de Cámpora. Y el que tomó la decisión de liberarlos para perseguirlos por fuera del Estado y desaparecerlos también fue el propio Perón, delegando esta tarea a los nombrados por él al frente del ejército.
A veces creo que si la dictadura militar peronista no hubiese desaparecido a esta familia, para mí El Eternauta no hubiera alcanzado la fama y el reconocimiento que hoy tiene.
La absurda paradoja es que El Eternauta se siguió vendiendo libremente durante la dictadura peronista que comenzó en 1973 y finalizó en 1983. No fue censurado ni prohibido, como insisten en la versión de El Estatalnauta. Esto revela que la historieta no representaba un peligro ideológico para los desaparecedores peronistas.
Lo que deja en claro, una vez más, que la relectura que siguen haciendo los mandriles de la historieta original, poco tiene que ver con lo que la historieta original cuenta. Al mismo tiempo que también deja en claro, una vez más, que si siguen insistiendo por acá, le quitan las ganas a muchos de ver la serie. Y esto también se vio con claridad en las redes.