Efemérides del vino
Día internacional de la Garnacha

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Ayer esta variedad estuvo de fiesta y desde Newstad te tiramos algunas curiosidades para que puedan brindar y charlar cuando descorchen una copa en su honor.
Si algo nos da bien a los argentinos es subirnos a las modas. Somos de meterle pasión y corazón a todo: vemos una tendencia y en dos toques ya la hicimos nuestra. En el vino también jugamos así; apareció una cepa distinta, con estilo propio, y ya tiene sus fanáticos. Señoras y señores… la Garnacha.
Si bien no es de las variedades más plantadas, la Garnacha supo ganarse el corazón de varias hinchadas. Los fundamentalistas del vino saben de lo que hablo. Apenas aparece una novedad y alguien la pone sobre la mesa, automáticamente corremos detrás de ella. ¿Por qué? Porque así somos: curiosos, inquietos, siempre listos para probar algo distinto. Claro que esa exclusividad tiene su precio: al haber tan pocas etiquetas en el mercado, suelen estar bastante por encima de la media… sacando alguna excepción.
Lo cierto es que la Garnacha tiene un sello propio y su carácter está bien definido. Y eso me gusta. Me atraen esos vinos que tienen “ese no sé qué”, algo distinto que los diferencia al toque.
Lo maravilloso es que Argentina nos da el lujo de experimentar. Tenemos un territorio tan generoso para la vid que podemos jugar con un sinfín de varietales. Ojo, eso no significa que todo lo que se plante alcance un nivel altísimo de calidad. Pero la suerte está en que podemos probar, arriesgar, descubrir. Algo que hace no tanto tiempo era impensado.
Hoy ya no se trata solo de Malbec, Cabernet o Chardonnay. Ahora podemos hablar de Garnacha, Nebbiolo, Marselan, Mencía, Malvasía y varias más. Y esa diversidad nos abre un mundo nuevo: vinos con otros perfiles, otras texturas, otros aromas y sabores. En definitiva, nuevas formas de disfrutar.
La Garnacha madura tarde, ama el sol pero sufre con los calores extremos, ofrece producciones generosas y vinos que pueden ir desde lo rústico y enérgico hasta lo sedoso y elegante. En copa, la Garnacha es pura expresión de fruta roja fresca: frutilla, cereza, frambuesa. A eso suele sumarse una nota especiada bien típica y, en climas secos, un dejo herbáceo. Suelen ser tintos de taninos amables, con alcohol algo elevado, pero increíblemente fáciles de beber. Son vinos con buen fluido en boca y que invitan a seguir tomando una segunda copa.
El consumidor joven pide vinos más bebibles, con menos madera y más fruta. El paladar más clásico muchas veces se anima a probar. La Garnacha calza perfecto en esa búsqueda. Aporta un costado liviano, casi veraniego, sin perder su complejidad. Además, en un país que siempre mira al Malbec como insignia, abrirle camino a estas variedades es un gesto de rebeldía para la escena local y muy desafiante para todo el resto del mundo.
La Garnacha marida bien con carnes rojas vacunas y cordero al romero. Las carnes pueden ser tanto asadas como en guisados o estofados. La garnacha combina bien con cualquier queso curado: parmesano, pecorino o un sardo fuerte. Si son estilo más bien jóvenes y ligeros combinan muy bien con pizzas, unas buenas tapas o simplemente unas buenas empanadas.
No me quiero ir mucho por las ramas, solo aconsejarles que consigan alguna etiqueta y permítanse disfrutar de algo distinto. Algunas bodegas que tiene Garnacha son: Desquiciado Wines, VerSacrum, Estancia Los Cardones, Onofri Wines, DV Catena, As Bravas, etc.
¡Chin Chin!