Outside the box
Decir la verdad sin temor a la cancelación

Periodista

Depp, Rowling y un chico con BlackBerry: qué nos dicen sobre sostener lo real, el lenguaje y la batalla contra lo absurdo.
Hay algo admirable en los que ya no tienen nada que perder. Johnny Depp, por ejemplo. En la entrevista que dio a The Times, se definió como “un conejillo de indias del MeToo”. No lo dijo con rencor, sino con esa melancolía de los que sobrevivieron a un incendio y se quedaron con olor a humo en la ropa. “Fui como un conejillo de indias del MeToo... y lo absorbí todo”, soltó, casi como quien habla de haber sido atropellado por una época.
Lo más revelador no fue el juicio con Amber Heard ni el escándalo hollywoodense, sino lo que pasó después. “Hay personas —y estoy pensando en tres— que me hicieron daño... Esa gente venía a los cumpleaños de mis hijos”. La cancelación tiene algo más cruel que la justicia: no te enfrenta al crimen, te deja solo. Y el delito, claro, es no cumplir con el guión cultural vigente. En su caso, atreverse a defender su versión de los hechos. En otros, usar palabras que ya no se usan.
Ahí entra en escena otra figura incómoda para la corrección oficial: J.K. Rowling. Esta semana elogió a una presentadora de la BBC que corrigió en vivo la expresión “personas embarazadas” por “mujeres embarazadas”. Fue apenas una frase, pero suficiente para ganarse el aplauso de la autora de Harry Potter: “Ya tengo nueva presentadora favorita”.
¿Qué puntos en común encuentro en Johnny Depp, Rowling y esa periodista que se animó a nombrar a las mujeres como tales? Una decisión simple pero cada vez más difícil: no ceder. No embellecer el absurdo. No ir por el camino que promete menos problemas, sino por el que deja dormir tranquilo. Lo más llamativo no es que lo hagan; es lo solos que quedan cuando lo hacen.
Mientras tanto, los más chicos —los que heredan este escenario— ya acumulan, según un estudio reciente, 25 años de su vida frente al celular. Cinco horas y media por día, en promedio. Algunos llegan a nueve. El 68% admite que les afecta el rendimiento escolar. El resto no respondió: probablemente estaban viendo unos shorts en Youtube.
Y sin embargo, entre todos los modelos de teléfono que podrían elegir, algunos mencionan el BlackBerry. Una rareza. Alomejor no es solo una moda vintage. Tal vez sea un deseo escondido de volver a cuando el teclado era físico, las palabras tenían peso y los sentidos no estaban tercerizados.
Hoy se discute si el sexo es una construcción mental, si decir “mujer” ofende, si tener convicciones es peligroso. Y, al mismo tiempo, hay chicos que ya sienten que no tienen espacio propio, ni en el lenguaje ni en su cabeza, invadida de notificaciones.
Quizás por eso hay algo profundamente humano en esas pequeñas desobediencias que les conté: una mirada fuera de cámara, un actor que no se retracta, un adolescente que extraña el clic de una tecla. Son detalles. Pero a veces, en medio del barro, es un detalle el que permite ver dónde está el suelo firme.
Porque entre tanto discurso inflado, emojis inclusivos y verdades a demanda, hay gestos que no necesitan explicarse ni defenderse. Se sostienen solos. Como quien no se acomoda en la silla, ni en la consigna o el slogan de moda. Como quien, sin quererlo, deja de formar parte del decorado.