Análisis
Daniel Adler: "La corrupción es una fábrica de pobreza, resentimiento y crimen"

El especialista en seguridad analiza el impacto profundo de la corrupción política en los habituales paisajes de violencia y miedo en la provincia de Buenos Aires.
La violencia, el miedo, la impunidad: todo forma parte del paisaje. Lo que no se ve a simple vista es su causa más profunda. La inseguridad es el síntoma más visible de un sistema corroído por la corrupción.
Durante años, la gobernación provincial liderada por Axel Kicillof fue desmantelando las estructuras de control mientras multiplicaba cargos, cajas y contratos políticos. La Policía quedó desfinanciada, mal entrenada y sin respaldo. Las escuelas se caen a pedazos. Los docentes sobreviven con sueldos miserables. Las drogas circulan libremente porque no hay control ni inteligencia criminal.
Mientras tanto, el Gobernador gasta 83 millones de pesos por día en pauta oficial. Son 2,5 patrulleros que no se compran. Son 916 móviles al año que no patrullan. No es un error: es una elección política. El deterioro institucional no sólo afecta a la seguridad: socava los valores, destruye la educación y rompe el contrato social más básico. El “síndrome de la ventana rota” grafica de manera certera esta realidad. Este concepto hace referencia a que la existencia constante y naturalizada de violaciones a las leyes crea un ambiente en el que tienden a aparecer delitos cada vez más graves.
No se puede pretender que una sociedad empobrecida por el clientelismo político respete las normas impuestas por los mismos que le impiden el acceso a los servicios más básicos de supervivencia. Es decir, la corrupción sistémica, cuando está profundamente normalizada y viene desde hace muchos años, da lugar al encubrimiento y la desconfianza en las autoridades y, como consecuencia, un incremento de la violencia y la inseguridad.
¿Qué le queda a un chico que no va a la escuela, que no ve a sus padres trabajar, que crece rodeado de violencia? ¿Cómo se sostiene una sociedad donde el mérito no vale nada y el delito es parte del día a día? La corrupción no es una cuestión de moral: es una fábrica de pobreza, resentimiento y crimen.
Mientras el Conurbano vive al límite, atrapado entre el miedo y la parálisis, hay regiones de la provincia que ni siquiera entran en el radar de la gobernación. La Sexta Sección es el ejemplo más claro del abandono. Bahía Blanca, Tres Arroyos, Coronel Dorrego, distritos productivos y estratégicos, son postergados sistemáticamente por la administración de Kicillof. Cuando una tormenta letal arrasó Bahía hace unos meses y murieron 13 personas, la respuesta fue tardía, desorganizada y sin recursos.
No fue un fenómeno imprevisible: fue otro capítulo del mismo desprecio por los ciudadanos.