Las emociones también enferman
Cuando la mente habla a través del cuerpo


Las enfermedades psicosomáticas transforman el estrés y la ansiedad en síntomas físicos.
Ana llegó al consultorio con una carpeta repleta de estudios médicos: resonancias, análisis de sangre, electrocardiogramas. Todo estaba en orden, pero ella no. "Me desmayo, tengo migrañas, hormigueos, vómitos. No sé qué me pasa", decía, con los ojos cansados y una voz que oscilaba entre la frustración y la esperanza. Había recorrido neurólogos, gastroenterólogos y clínicos, pero ninguna prueba explicaba sus síntomas. En la consulta psiquiátrica, la respuesta empezó a dibujarse: su cuerpo estaba hablando por su mente. Ana no estaba sola; su historia refleja un fenómeno cada vez más común: las enfermedades psicosomáticas, donde el estrés y las emociones se manifiestan como dolores físicos sin causa orgánica evidente.
El lenguaje del cuerpo
Las enfermedades psicosomáticas no son nuevas, pero su prevalencia está en aumento. Según la Organización Mundial de la Salud, hasta un 30% de las consultas médicas en el mundo tienen un componente psicosomático. En Argentina, donde el 35% de la población reporta niveles altos de estrés según encuestas recientes, estas condiciones son un desafío creciente. Los síntomas varían: desde migrañas y fatiga crónica hasta desmayos, náuseas o rigidez muscular. Lo que los une es la ausencia de una causa física clara, aunque el sufrimiento es real.
La ciencia explica esta conexión a través del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, que regula el estrés. Cuando la ansiedad o el trauma se acumulan, el cuerpo libera cortisol en exceso, afectando sistemas como el nervioso, digestivo o inmunológico. Un estudio publicado en The Lancet Psychiatry señala que hasta el 20% de los pacientes con síntomas físicos inexplicables cumplen criterios para trastornos de ansiedad o depresión. En el caso de Ana, sus desmayos, descritos como "descargas eléctricas", fueron diagnosticados como crisis psicógenas, un tipo de reacción donde el cuerpo canaliza el estrés a través de síntomas neurológicos.
La historia de Ana
A sus 31 años, Ana, psicopedagoga en un colegio de Buenos Aires, enfrentó una tormenta de cambios. La pandemia la dejó sin trabajo, obligándola a volver a la casa de sus padres. Aunque disfrutaba la calma familiar, su cuerpo empezó a hablar: migrañas intensas, náuseas, vómitos y desmayos. "Me hice todos los estudios, y estoy sana", repetía, pero la ansiedad la desbordaba, especialmente en entornos sociales o laborales.
En 2023, tras retomar su trabajo en un colegio, los síntomas se intensificaron. Un viaje de 21 días a Irlanda con alumnos fue un punto de inflexión: aunque lo disfrutó, al volver colapsó. "Sentía hormigueos, rigidez en el cuello, desmayos", relataba. Los neurólogos descartaron epilepsia, pero identificaron un patrón: sus síntomas coincidían con picos de estrés. La partida de su hermana a Portugal y un ambiente laboral conflictivo agravaron su estado.
En el consultorio, trabajamos con un enfoque integral. Ana inició terapia cognitivo-conductual para identificar los desencadenantes de su ansiedad. Medicaciones como venlafaxina (225 mg) y pregabalina (75 mg) estabilizaron sus síntomas, mientras que el diazepam ayudó a manejar crisis puntuales. Con el tiempo, Ana incorporó yoga y caminatas, retomó hobbies como pintar y empezó a salir con amigos. "Cuando empecé a soltar, mi cuerpo dejó de gritar", dijo en una consulta reciente, con una sonrisa que no había mostrado antes.
Un fenómeno en aumento
En Argentina, las enfermedades psicosomáticas están moldeadas por el contexto: la inestabilidad económica, las demandas laborales y las presiones sociales actúan como catalizadores. Las mujeres, como Ana, son particularmente vulnerables, ya que enfrentan expectativas culturales sobre el cuidado y la productividad. Un informe del Ministerio de Salud argentino señala que las consultas por síntomas físicos inexplicables crecieron un 15% en los últimos cinco años, especialmente en áreas urbanas como Buenos Aires.
Las redes sociales también juegan un rol. La presión por mostrar una vida "perfecta" amplifica la ansiedad, que luego se traduce en síntomas físicos. En el caso de Ana, su perfeccionismo —un rasgo obsesivo identificado en su evaluación— alimentaba su malestar. "Quería controlarlo todo: el trabajo, mi salud, mi vida", admitió.
Sanar desde adentro
Tratar las enfermedades psicosomáticas requiere un enfoque multidisciplinario. La terapia cognitivo-conductual es clave para modificar patrones de pensamiento ansiosos. Medicaciones como antidepresivos o ansiolíticos pueden aliviar los síntomas, pero el cambio profundo viene de escuchar al cuerpo. Actividades como el yoga, la meditación o el arte, que Ana retomó, ayudan a reconectar mente y cuerpo.
El caso de Ana ilustra el poder de la resiliencia. Tras ajustar su tratamiento y mudar su rutina —dejó un trabajo estresante y se mudó a un departamento propio—, sus síntomas disminuyeron. Cambió taxis por caminatas, retomó la pintura y hasta se animó a usar una app de citas. "Me siento más yo", dijo, mientras planeaba una charla en su nuevo trabajo para negociar condiciones laborales.
Un mensaje para vos
Las enfermedades psicosomáticas no son "imaginarias"; son un grito del cuerpo que merece ser escuchado. Si sentís dolores, fatiga o síntomas que los estudios no explican, no estás solo. Consultar a un psiquiatra o psicólogo puede ser el primer paso para entender qué te está diciendo tu cuerpo. En NEWSTAD, queremos seguir explorando estas historias que unen mente y cuerpo. ¿Te pasó algo similar? Compartí tu experiencia en los comentarios.