Celebrar la vid-a
Menos Bla Bla Bla y más Glu Glu Glu

Sommelier.

Cuando al vino lo fueron convirtiendo todo en un problema. Que vuelva a ser lo que siempre fue: compañía, moderación, disfrute. Solo vino para celebrar la vida. Pero antes aprendamos a respetar al vino.
Que tal si paramos la pelota y reflexionamos un poco. Y sí, llegamos a un punto tan argentino: las rivalidades. De un lado y del otro, como si siempre hubiera que pararse en una vereda u otra. Es una lástima ver este panorama tan dividido. Por suerte, todavía quedamos algunos que trabajamos en silencio, con la luz tenue, intentando que lo único que brille sea el vino. Su gente, claro, también. Pero acompañando, no compitiendo. Porque el verdadero protagonista tiene que ser el vino. Lo demás es parte del decorado, parte de la película. Nuestra bebida nacional merece ser inspiración y no un campo de batalla.
No tiene sentido seguir dividiendo las aguas. ¿De verdad no aprendimos nada con todo lo que ya nos pasó?
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Hubo un tiempo en que el vino era solo vino. Una copa para compartir, una historia para contar, una excusa para el encuentro. Un gesto cotidiano, sin dramatismo. Pero en los últimos años, algo cambió: al vino lo fueron convirtiendo todo en un problema. Aprender siempre es positivo y comulgo con el “Saber beber”. El problemas son las formas y maneras en las cuales expresamos las cosas, como nos dirigimos o caer en el fenómeno "Heater".
Ya no se trata solamente de elegir entre un Malbec o un Pinot Noir. Hoy hay que calcular unidades de alcohol, revisar advertencias sanitarias, explicar si se va a escupir en una cata o si el nivel de consumo es “moderado según la OMS”. Como si el placer tuviera que justificarse. Como si el vino fuera un riesgo antes que una expresión cultural.
¿En qué momento dejamos de brindar y empezamos a pedir permiso para disfrutar?
El vino, como tantas otras cosas en la vida, pide contexto, respeto y sentido común. No hace falta demonizarlo ni idealizarlo: basta con entenderlo. Beber con conciencia no es vivir con culpa, sino con criterio. El vino es alimento cultural, no es un enemigo silencioso. Es parte de nuestras raíces. Es historia y arte embotellado. Es conversación entre generaciones. No merece ser disminuido a una simple división de egos y miradas opuestas. Tengamos la inteligencia de disfrutar el momento que estamos viviendo.
El debate existe, claro que sí. Pero tiene que ser sano, respetuoso, con una mirada profunda, genuina. No entremos en una guerra de sobre información a ver quien tiene la razón o no. Queremos más botellas sobre la mesa. El vino une.
¡Chin Chin!