Condena inminente y acto en el PJ
Cristina no quiere irse en silencio

Historiadora y Periodista

CFK se anticipa a un fallo adverso de la Corte y se refugia en su base más leal
La escena política de este lunes tiene un mensaje central y directo: Cristina Kirchner ya no espera evitar la condena, pero busca que nadie olvide que aún puede tensar la calle. La reunión convocada por el kirchnerismo en la sede del PJ Nacional no es un simple gesto de respaldo. Es una advertencia política. La ex presidenta se repliega sobre su núcleo más fiel —el que nunca la abandonó— y desde allí lanza una señal: aunque haya perdido votos, influencia institucional y respeto entre adversarios y propios, sigue siendo capaz de generar ruido, incomodidad y reacción.
En otras palabras, Cristina ya asumió que el fallo de la Corte Suprema es irreversible. La condena en la causa Vialidad será confirmada, con prisión y proscripción política. Y su jugada, entonces, no apunta a frenarlo, sino a condicionar sus efectos. Antes de caer, quiere recordar que no será en silencio. La demostración de fuerza es, en realidad, su forma de decir que todavía es peligrosa.
De líder nacional a jefa de trinchera
La Cristina de hoy no es la que ungía presidentes o definía listas. Es una figura acorralada, con un liderazgo reducido al conurbano bonaerense y a franjas duras del sindicalismo y la militancia. Lo sabe, y por eso no intenta expandirse: se atrinchera. Se abraza a los leales de siempre, a los que aún la vitorean como víctima del "lawfare", y desde ahí intenta imponer un relato de persecución política.
Es la política del refugio: cuanto menos poder real se tiene, más se dramatiza simbólicamente.
El último recurso: la calle
La sede del PJ de la calle Matheu fue elegida por encima del Instituto Patria no por comodidad, sino por lo que representa: institucionalidad partidaria. Oscar Parrilli, operador clave, articuló un acto con presencia de diputados, intendentes, artistas y gremialistas, incluyendo incluso sectores cercanos al massismo y gobernadores dialoguistas.
La idea es mostrar que, a pesar de las derrotas internas, Cristina conserva capacidad de daño. La amenaza implícita es clara: si la tocan, hay calle. Si la condenan, habrá movilizaciones, paros y un nuevo intento de poner a la Justicia en el centro del debate político.
Referentes como Mario “Paco” Manrique (SMATA), Abel Furlán (UOM) y Daniel Catalano (ATE Capital) ya anunciaron posibles paros si la ex presidenta es detenida. No es defensa jurídica, es presión política.
Milei y la estrategia del desprecio
Desde el Gobierno no planean intervenir. De hecho, en Balcarce 50 ven con buenos ojos que sea la Corte, y no el Ejecutivo, quien termine de jubilar a Cristina. Pero al mismo tiempo, despliegan una táctica paralela: no solo dejarla afuera, sino ridiculizarla. La ex presidenta, que hasta hace poco monopolizaba la interna del PJ a nivel nacional, ahora es empujada a competir en atención con influencers libertarios como Tronco de Neura o el Gordo Dan.
No se trata solo de excluirla, sino de despojarla del respeto. Del temor. De la estatura. Y Cristina lo sabe. Por eso elige este cierre épico. Si va a caer, que sea con todos los suyos aplaudiendo de pie.
Final anunciado, con escenografía
Mientras la Corte define, en un marco de especulaciones sobre los tiempos procesales, el peronismo vuelve a mostrar una unidad que no se veía desde 2019. Todos detrás de Cristina, aunque solo sea por conveniencia táctica. Incluso Axel Kicillof convocó a sus intendentes en un gesto de sintonía.
Lo que está en juego no es solo el futuro judicial de CFK. Es la batalla final por su narrativa. Si va a ser condenada, será como mártir política, no como corrupta. La calle, los símbolos, la resistencia, todo está puesto al servicio de ese relato.
Cristina no pelea por evitar la condena. Pelea por no ser olvidada. Y el acto de hoy, con todos los suyos en fila, no es otra cosa que su forma de recordarle al país que, incluso débil, sigue siendo un actor que hay que mirar.