ELECCIONES EN CHILE
Entre el espejo roto de Boric o volver a ser una gran República aliada

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Gabriel Boric busca instalar la renovación con Jeanette Jara. La derecha se une a favor del republicano Antonio Kast .
Gabriel Boric llegó joven, estridente, comunista y aplaudido. Se va golpeado, con recetas antiguas, un capitalismo tardío y en un silencio que aturde en el país vecino. Pensó entonces el ya no joven Boric que se podía hacer populismo con distintos resultados, con planes sociales, subsidios y alianzas con partidos comunistas pero con un país ordenado, próspero y creciente. Se irá en diciembre y todo indica que la derecha volverá a instalar la coherencia en el vecino Chile.
Chile empieza hoy la sinuosa y dinámica carrera al balotaje en un momento de enorme tensión política y con un dato que ordena todo: el país debe decidir si continúa el rumbo que dejó Gabriel Boric o si se suma al nuevo eje de gobiernos de derecha que está reconfigurando la región. Jeanette Jara encarnará la dura boleta oficialista con una independencia forzada de la figura de Gabriel Boric, Jose Antonio Kasta representará lo nuevo, el vuelco a esa derecha relativa que busca ordenar sin romper, liderando ese partido Republicano que en enero lo encuentra cumpliendo 60 años y tal vez, festejando en el Palacio de la Moneda.
Los números de la economía chilena explican por qué el oficialismo llega desgastado. Durante la gestión de Boric, Chile tuvo un crecimiento promedio de apenas 0,7%, el peor registro en décadas, y un desempleo que ronda el 8,8%, con informalidad por encima del 25%. La actividad económica recién repuntó 2,6% en 2024, un rebote insuficiente para un país que solía liderar la región. A esto se suma el fuerte aumento del gasto público que lo llevó a Boric a practicar kirchnerismo sin dinero, eso que suele traducirse en derrotas electorales. Planes, subsidios, premios y bonos, todo a cuenta del estado chileno, es decir, de los chilenos.
La presión fiscal desordenada y la inflación estimulada por las ayudas millonarias y los “retiros” es decir, las jubilaciones como otorgó Cristina Kirchner, fueron la receta del desastre para Boric. El deterioro no es ideológico: es empírico. La administración Boric, que se presentó como renovación generacional, terminó dejando una macroeconomía sin dinamismo, baja inversión, desconfianza del círculo rojo chileno y un clima social trabado en debates identitarios sin impacto en la vida real.
Mientras Chile se estancaba, otros países de la región demostraron que la derecha puede gobernar con resultados. En Paraguay, el presidente Santi Peña consolidó un modelo ordenado, con crecimiento cercano al 4% anual, inflación controlada, disciplina fiscal y expansión agroindustrial. Paraguay es hoy uno de los países más estables de Sudamérica y atrae inversiones por su previsibilidad, un valor que escasea en el resto del continente. Argentina de Javier Milei inició una transformación más abrupta: frenó una inflación que venía aumentando su velocidad con el último gobierno populista de Sergio Massa, Cristina Kirchner y Alberto Fernández, redujo el déficit fiscal en tiempo récord y volvió a instalar el valor del sector privado, la libertad económica y la estabilidad como pilares del desarrollo.
Tanto Peña como Milei comparten un elemento estratégico: la sintonía con Donald Trump. La región vuelve a alinearse con una potencia que prioriza la defensa del sector privado, tolerancia cero al delito, las relaciones exteriores basadas en intereses concretos y un enfoque sin complejos sobre la familia y el orden social. Este eje, que articula a Estados Unidos con los gobiernos de derecha en América Latina, ofrece estabilidad geopolítica, acceso a inversión, coordinación en seguridad y un modelo claro de modernización. El balotaje Chile 2025 no se juega solo dentro de Chile: se juega en un continente donde la derecha está reconstruyendo un bloque coherente, con visión de largo plazo y resultados medibles.
La candidatura de José Antonio Kast aparece en este contexto como una oportunidad para que Chile recupere la competitividad perdida y vuelva a integrarse a una región que dejó atrás el populismo. Su principal activo es lo que representa su rival, Jara, que es la continuidad de un proyecto que ya mostró sus límites: bajo Boric, la economía Chile se desaceleró, se estancó la inversión, aumentó la inseguridad y se erosionó la confianza en las instituciones. La comparación es evidente. Mientras Paraguay y Argentina avanzan con reformas pro-mercado, Chile corre el riesgo de quedar aislado en una izquierda que, en Sudamérica, está en retirada. Sumado a eso, el final anunciado del dictador Nicolás Maduro en la dolorosa Venezuela.
Lo que está en juego en este balotaje es si Chile se sube al tren de modernización que hoy lideran Milei, Peña y Trump, o si queda atrapado en un modelo progresista que no genera empleo, crecimiento ni orden. Después de dos décadas donde el populismo destruyó riqueza y oportunidades en el continente, Sudamérica tiene la posibilidad histórica de cerrar ese ciclo y consolidar un eje republicano, libre y próspero. Chile puede ser la pieza que complete ese mapa o la que lo demore. La decisión será, como siempre, de los ciudadanos. Pero los datos, esta vez, son demasiado claros como para ignorarlos.
La decisión es sencilla: convocar al sector privado o aumentar subsidios y por ende la inflación que golpea a los más pobres. Es financiar la marcha LGBT y sus apéndices mediáticos o convocar a la vuelta de la vida familiar y los valores no negociables. Es bajar impuestos y ordenar el frente externo de la economía para tener crédito a tasas bajas o emitir dinero sin respaldo de forma irresponsable. En Argentina la conclusión es una tragedia, recién ahora el país empieza a despertarse de la pesadilla.
