La otra cara de la subrogación
Una industria que explota cuerpos y vulnera derechos

Copresidenta de la CIAMS, Coalición Internacional para la Abolición de la Maternidad por Sustitución.

El negocio de la subrogación evidencia prácticas propias de la trata: engaño, coacción, violencia, compra y venta de bebés. Un delito que exige abolición.
No es preciso secuestrar mujeres a punta de cuchillo, ni transportarlas en contenedores sin agua ni ventilación, ni tenerlas amordazadas en un sótano dando a luz. De hecho, pocas formas de trata reúnen tantos elementos —tantas conductas, tantos medios— y de manera tan evidente como la gestación subrogada, lo que permite calificarla, sin rodeos, como trata de personas. De mujeres, concretamente.
En el año 2000, el Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente Mujeres y Niños —conocido como Protocolo de Palermo— estableció que la trata de personas involucra conductas (como el reclutamiento, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas en situación de vulnerabilidad), medios (como la amenaza, el uso de la fuerza u otra forma de coacción, el fraude, el engaño, el abuso de poder o la recepción de pagos o beneficios), con la finalidad de obtener el consentimiento de una persona con fines de explotación, siendo irrelevante dicho consentimiento por parte de la víctima.
El engaño en la captación de mujeres
La gestación subrogada es trata de personas en la medida en que todas las mujeres son captadas para ser madres “subrogadas” mediante el siguiente engaño: que no son madres de las criaturas que traen al mundo o, dicho de otro modo, que esas criaturas que traen al mundo no son hijas ni hijos suyos; que, al no ser madres de esas criaturas, no las venden -aunque reciban dinero en mayor o menor cuantía-, sólo las devuelven a los contratantes una vez dan a luz, porque se considera que ellos son los propietarios de esa criatura recién nacida, como si nada la vinculara con su madre.
Si no fuera por este engaño sistémico en la captación de mujeres, no habría gestación subrogada, porque muy pocas mujeres aceptarían vender o regalar sus criaturas recién nacidas. Un engaño que queda desmentido por el hecho de que todas las madres “subrogadas”, sea cual sea la legislación o el modelo (comercial o altruista), tienen que renunciar antes o después del parto a la filiación materna, ya que en todo el mundo la maternidad viene determinada por el parto, incluso en aquellos países donde la gestación subrogada es legal.
Este engaño viene además acompañado de otro: el que afirma que el proceso al que se someten las madres “subrogadas” es una técnica de reproducción humana asistida, lo que otorga interesadamente a la práctica un sesgo de autoridad. Pero la gestación subrogada no es en absoluto una técnica, ya que usar a una mujer fértil para que geste y traiga al mundo una criatura por encargo y contrato no cura ni revierte la infertilidad de nadie.
La coacción en la captación de mujeres
La gestación subrogada es trata de personas en la medida en que todas las mujeres son captadas para ser madres “subrogadas” mediante coacción, que puede operar en el plano psicológico, familiar, social, cultural, religioso y, sobre todo, económico, ya que el dinero constituye un importante aliciente, si no el mayor, a la hora de prestar consentimiento para ser madre subrogada. La principal vulnerabilidad de las mujeres es la económica. La feminización de la pobreza es global, agravada de manera desproporcionada desde la pandemia por COVID-19, siendo las mujeres las que más sufren el desempleo, la precarización de los contratos, el empleo temporal y a tiempo parcial y la brecha salarial, y es mayoritariamente sobre las mujeres sobre las que recae el trabajo no remunerado y de cuidados. A la precariedad económica se suma el estereotipo sexista que presupone a las mujeres una inclinación innata a sacrificarse por los demás, un factor más de vulnerabilidad que convierte a las mujeres, sobre todo a las más pobres, en víctimas perfectas de trata de personas. Y opera así “Si me pagan lo que no ganaría ni en diez años por ayudar a cumplir un sueño tan hermoso como ser padre o madre y si yo no soy madre del bebé ni ese bebé es hijo mío, así que no lo vendo…”.
El traslado de mujeres y el fraude en la captación
El traslado de mujeres en contextos de gestación subrogada añade otro ingrediente no menor a la trata. Mujeres que migran con un proyecto personal distinto a la subrogación y son captadas después en el país de destino; mujeres captadas en su país y después trasladadas a otro, a veces para dar a luz en el país de los compradores del bebé, para comodidad de éstos, para abaratar el proceso de la subrogación (véase la modalidad cross-border entre México y EEUU), para eludir determinados aspectos de una legislación (ucranianas dando a luz en Chipre para parejas homosexuales, por ejemplo) o para llevar a cabo con ellas prácticas médicas que no existen en el país de origen o son más baratas en el país de destino.
Todas estas mujeres tienen un perfil muy similar, encontrándose en una situación de gran precariedad económica y de vulnerabilidad, incrementada por la migración, en un país con una lengua y unas costumbres que no conocen y alejadas de su entorno social y familiar y de sus hijos e hijas de corta edad.
Existen cientos de grupos en Facebook donde se lleva a cabo la oferta y la demanda de mujeres con fines de explotación reproductiva y donde queda patente que se busca a mujeres para ser explotadas en otro país y que se buscan mujeres migrantes ya en el país de destino para ser explotadas allí.
Estas mujeres migrantes son víctimas de trata de personas y a menudo también de tráfico, de violencia física y psicológica y de partos que con demasiada frecuencia se realizan innecesariamente por cesárea, a lo que hay que añadir el más que probable abandono a su suerte una vez entreguen el bebé, encontrándose en un serio riesgo de volver a ser víctimas de otra clase de trata de mujeres, como la explotación sexual o para la mendicidad.
También son víctimas de fraude -otro ingrediente de la trata- en no pocas ocasiones, al no percibir la retribución pactada, ya que muchas agencias de gestación subrogada captan mujeres de manera fraudulenta, prometiendo pagos que no se corresponden con la realidad o eludiendo decir que en esa cantidad va incluido el embarazo múltiple, el parto por cesárea, la pérdida del útero y hasta bonificaciones por buena conducta.
Confinamiento y privación de libertad
En general y en cualquier país, los contratos de gestación subrogada incluyen cláusulas sobre el radio de libre circulación y desplazamiento que la embarazada no puede sobrepasar sin autorización expresa. Si a esto añadimos la recepción de mujeres, a menudo en régimen de confinamiento o semiconfinamiento, sometidas a horarios estrictos y a toque de queda, se suman conductas que corresponden a la trata de personas.
Por lo general, la recepción de mujeres se da en el último trimestre del embarazo, hacinadas en apartamentos, pero también durante todo el período de gestación y tras el alumbramiento. La situación de vulnerabilidad se agrava por el aislamiento familiar y la cercanía del parto o el reciente posparto —frecuentemente por cesárea—, cuando muchas mujeres son obligadas a desplazarse para realizar trámites aun con los puntos de sutura sin cicatrizar
Vulneración de derechos sexuales y reproductivos
Hay que añadir las restricciones impuestas a las mujeres en su libertad sexual, la obligación de someterse a reducciones embrionarias (abortos selectivos) si así lo deciden los contratantes, o la imposibilidad de abortar si así lo decidieran ellas, debido a las condiciones leoninas recogidas en el contrato ante esta contingencia (devolución de todos los pagos percibidos y del coste de la fecundación in vitro y las pruebas realizadas, de la póliza de seguro, más otras indemnizaciones previstas por los clientes).
Pierden su autonomía como pacientes y deben someterse a tratamientos, pruebas y controles médicos impuestos por la agencia y los clientes. Ni siquiera el paisaje interior de su cuerpo en estado de gestación les pertenece a ellas y es muy frecuente ver a los compradores exhibiendo las ecografías de “su gestante” en redes sociales, como si la embarazada fuera de su propiedad. Pueden decidir ellos la modalidad y fecha del parto a conveniencia y si se practican o no se practican intervenciones médicas con el fin de evitar sufrimiento vital a la parturienta o al feto, como hemos podido constatar recientemente en un vídeo de Marley que se ha hecho viral.
Todas estas conductas y medios propios de la trata se dan siempre aprovechando la vulnerabilidad de las mujeres, por lo que la gestación subrogada en todas sus modalidades debe ser encuadrada como delito universal. Un delito que tiene varias causas de fondo: pobreza, desigualdad, ausencia de oportunidades de empleo viables o de apoyo social, discriminación y sexismo que hacen que, en especial las mujeres y los menores, sean vulnerables a la trata. Y por supuesto el sexo, ya que son siempre mujeres las utilizadas como madres subrogadas.
Los países democráticos y avanzados deberían comprometerse en la abolición de esta práctica heredera de la esclavitud y demostrar respeto por los derechos humanos básicos de las mujeres y de las niñas y los niños, al menos en la misma medida en que las leyes de protección animal dictan cómo se deben respetar los derechos de los animales de compañía, porque es escandaloso constatar que las madres “subrogadas” y sus hijas e hijos gozan de menos consideración social que perros, gatos y hamsters.