El papa Francisco
Bergoglio, grabado a fuego

Periodista.
Siempre fue un verdadero sanador, incluso antes de convertirse en el Obispo de Roma. Su sencillez y agradecimiento también forman parte de una personalidad magnética.
No habrá ninguno igual, no habrá ninguno. Por eso Bergoglio es inmortal. Está grabado a fuego, en las cárceles, los pobres, las criaturas con enfermedades terminales, tantos otros mundos, adonde sobreviven los condenados de la tierra. Sus encíclicas. Las homilías.
Siempre fue sanador. Un día, el 2 de febrero del 2013, en el último aniversario, que ofició como cardenal en la Parroquia de La Candelaria, en el barrio de Floresta, a todas las madres les hizo hacer con él un ejercicio espiritual. No importaba, si tenían, bebés, adolescentes, hijos adultos o abuelos. Él levantaba los brazos hacia el altar. Y decía, María, estaba que recién había dado a luz, con su hijito en los brazos, lo elevó y le dijo a Dios: ”Yo lo tuve en mi vientre, lo estoy amamantando, vos sos el padre, ahora cuídalo”. Todas las mujeres con él hacían lo mismo y repitieron hasta cinco veces. El alivio era extraordinario. Encomendar con fe un hijo al cuidado de Dios.
Bergoglio inolvidable. Cuanta mujer en llanto bendijo, porque no podía ser madre, y un año después, iban a saludarlo, a presentarle el chiquito en brazos. Es un santo sanador en vida. Los que tienen ese don no se mueren nunca. Nadie se olvida. Ni hablar de San Cayetano, la primera vez que fue, como arzobispo, el 7 de agosto de 1999, andaba escriturando veredas a su nombre. Ofició la misa y desapareció. El párroco, los demás curas, pensaba que estaba ofendido. De ninguna manera, se fue a tomar mate con los promesantes.
Me invitaron a la catedral metropolitana, a leer, en una misa por su salud. Ese lugar es su casa, siempre lo va a ser. La emoción, no me paralizo. Es muy fuerte poner la voz al servicio de la Biblia. De inmediato, me fui a la chápele de San José, donde me enseñó a rezarle. Me quedé ahí en estado de gracia. No podía fallarle a Antonio Quarracino, el arzobispo que lo antecedió. Él lo nombró su sucesor, sin ningún trámite. Siempre me intrigó algo que jamás le pregunté y era que le decía, cuando me comentaba que había estado en su sepultura, rezando, contándole. Pensaba entre mí, que le estaría diciendo. Sentí ese ímpetu, irrefrenable, de ir a visitar a Quarracino. Ahí estuve, concentrada en la oración, encomendando.
Cuando salí me dice el padre Alejandro Russo, párroco de la catedral: hoy 27 de febrero es el aniversario de Quarracino. Fue él quien visualizó en Bergoglio todas sus cualidades. Hace 25 años, entró Bergoglio a la catedral, con un ramo de rosas blancas, las favoritas de Santa Teresita y las ofrendó a Quarracino, en el preciso instante, que tomó su báculo (bastón de los arzobispos) y comenzó su camino en el arzobispado, cardenalato hasta que llegó a Papa. Cuanto tenemos para hablar en nuestro próximo encuentro Jorge Mario, cuánto pero cuánto. Me enternece el corazón, como si te estuviera viendo, colaborar con los médicos, ayudar, en plena crisis asmática, a superar ese trance, porque a vos nadie te conoce mejor que vos. Gracias por esa bendición que me enseñaste: que Dios te bendiga y la virgen Santa te cuide.