Salud y bienestar
Ayuno intermitente: argumentos a favor y en contra

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Una práctica en debate vista desde el enfoque integral de Anabel Angemi y la mirada nutricional de Patricia Bahnson.
En los últimos años, el ayuno intermitente se convirtió en uno de los temas más comentados en salud y nutrición. Para algunos es una herramienta que trae mayor energía, claridad mental y bienestar integral; para otros, no ofrece beneficios superiores a una dieta tradicional y puede generar riesgos si no se aplica con cuidado.
“Sentirme bien con energía estable”
Anabel Angemi, creadora de contenido vinculada al yoga y la meditación, decidió explorar el ayuno intermitente con un enfoque integral. “Lo que me motivó a comenzar, es la salud a largo plazo y el bienestar físico, poder sentirme bien con una energía estable”, nos explica Anabel.
Destaca algo muy importante en cuanto a su experiencia: fue acompañada por profesionales de la medicina funcional que la asesoraron no solo sobre el ayuno en sí, sino también sobre nutrición, salud hormonal y estado emocional. Para Anabel, un cuerpo sano y una mente regulada son parte de cualquier práctica de salud.
En su experiencia, algunos de los efectos más destacados fueron la reducción de inflamación interna, sensación de digestión más ligera y descanso para el sistema digestivo. “El intestino es el segundo cerebro —dice— como comemos, pensamos.”
Desde la perspectiva científica, algunos estudios observan que distintas modalidades de ayuno pueden asociarse con mejoras modestamente favorecedoras para la inflamación y ciertos marcadores metabólicos en personas con sobrepeso o factores de riesgo cardiometabólico.
La experiencia del ayuno prolongado
Anabel también compartió lo que significó para ella un ayuno de nueve días —más allá de lo físico, en el plano mental y espiritual. “Lo que quise fue explorar la autofagia desde un lugar más introspectivo, activar el servicio de limpieza del cuerpo para eliminar lo que lo envejece y lo que lo enferma”, relata.
Habló de entrar en cetosis, el proceso bioquímico que ocurre cuando el cuerpo deja de usar azúcar como energía y empieza a quemar grasa. Para ella, ese cambio implicó claridad mental, foco sostenido y una sensación profunda de conexión espiritual y conciencia.
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“No es una solución milagrosa”
Frente a estas experiencias personales, la nutricionista Patricia Bahnson ofrece otra mirada. Para ella, el ayuno intermitente puede ser una estrategia válida y efectiva para bajar de peso, pero con una aclaración clave: no es milagroso ni superior a una dieta de restricción calórica tradicional.
Patricia explica que los beneficios observados en muchos casos se deben a un déficit calórico general: “si el objetivo es bajar de peso, el ayuno solo funcionará si hay una restricción de calorías. Ayunar para luego comer en exceso no traerá resultados”, advierte.
La literatura científica respalda esta posición. Un importante ensayo del New England Journal of Medicine -que ella misma cita- comparó una dieta basada en ayuno intermitente con una dieta de la misma cantidad de calorías sin restricción horaria, y no encontró diferencias significativas en la reducción de peso, circunferencia de cintura, glucosa, insulina ni lípidos plasmáticos entre ambos grupos. Otro estudio publicado en JAMA Internal Medicine llegó a conclusiones similares: los beneficios para la pérdida de peso y salud metabólica eran similares entre quienes restringían horarios y quienes simplemente controlaban calorías.
¿Y los mitos?
Patricia desmitifica varias creencias comunes: no es cierto que el ayuno sea superior para quemar grasa, ni que ofrezca ventajas exclusivas sobre una dieta bien planificada. Tampoco se puede “comer lo que se quiera” en la ventana alimentaria y esperar resultados positivos.
Además, subraya la importancia de cubrir todos los nutrientes esenciales durante los periodos de ingesta y de planificar la estrategia con un nutricionista que pueda evaluar las necesidades individuales.
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¿Para quién es y para quién no?
En su recomendación, la nutricionista señala que no es adecuado para todos: está contraindicado para menores de 12 años, personas embarazadas, personas con antecedentes de trastornos de la conducta alimentaria, adultos mayores de 70 años o personas con bajo peso (IMC < 18,5).
Esta precaución tiene respaldo en la literatura, que alerta sobre posibles riesgos de trastornos alimentarios, cambios en la relación con la comida y, en ciertos casos de salud como diabetes con medicación, hipoglucemia si no se ajusta el tratamiento.
Una práctica para conversar, no dictaminar
Lo que surge de estas dos voces —una que comparte una experiencia profundamente positiva, y otra que pondera con mesura los beneficios y los límites— es que el ayuno intermitente no es una verdad universal, sino una herramienta que puede funcionar para algunas personas y no para otras, siempre acompañadas por un respaldo profesional.
La evidencia científica actual muestra que puede ayudar a perder peso y mejorar ciertos marcadores metabólicos, pero en general no supera a una dieta bien estructurada con déficit calórico. Además, sus efectos pueden depender de muchos factores, como la calidad de los alimentos y estilo de vida general.
En definitiva, el ayuno intermitente no es una receta única ni una moda cerrada, sino una práctica que sigue siendo observada, discutida y estudiada. Mientras algunas personas encuentran en él una herramienta de bienestar físico, mental y espiritual, otras advierten que sus beneficios no difieren de los de una alimentación equilibrada y sostenida en el tiempo. La ciencia, lejos de dar un veredicto definitivo, continúa explorando sus alcances, sus límites y sus posibles riesgos. En ese terreno aún abierto, la información, el acompañamiento profesional y la escucha del propio cuerpo parecen ser, por ahora, los puntos de encuentro entre ambas miradas.
