Gobiernos en alerta
Arde Europa: ola de calor con récords extremos y crisis sanitaria

España y Portugal: más de 46 grados, miles de afectados y la infraestructura al límite en estado de emergencia.
Europa sufre una de las olas de calor más fuertes de las últimas décadas. Las temperaturas extremas pasaron los 46 grados en varias zonas de España y Portugal, donde hay miles de personas afectadas por golpes de calor, cuadros graves de deshidratación y otros síntomas vinculados al calor extremo. Las autoridades sanitarias de ambos países confirmaron que ya hay más de 2.300 muertes relacionadas con este fenómeno.
En varias ciudades se suspendieron las clases, se activaron centros de emergencia para adultos mayores y se impusieron restricciones a las actividades al aire libre. Madrid, Lisboa, Sevilla y otras capitales locales están bajo alerta roja. Hay hospitales que trabajan con capacidad saturada y municipios que abrieron gimnasios y clubes con aire acondicionado para asistir a personas sin acceso a refrigeración.
Francia e Italia también están siendo golpeadas por la ola de calor. Aunque en menor escala, las zonas del sur de ambos países registran temperaturas extremas por encima de los 43 grados. En Niza, Marsella, Nápoles y Florencia se cancelaron conciertos, festivales y actividades nocturnas por razones sanitarias. Las postas de primeros auxilios están atendiendo cientos de personas por día con síntomas similares: presión baja, insolación, falta de aire.
Julio se convirtió en el mes más caluroso del año y todo indica que puede cerrar como el más caliente del siglo. Así lo confirmó la Agencia Estatal de Meteorología de España (AEMET), que ubicó al 85 % del país en riesgo extremo por calor. Nunca antes se había usado esa categoría para una porción tan grande del territorio español.
Además del impacto sanitario, hay consecuencias sobre la infraestructura energética. Seis centrales nucleares en Suiza, Francia y Eslovaquia tuvieron que frenar su producción porque el agua de los ríos usada para enfriar los sistemas de refrigeración alcanzó temperaturas críticas. Algunas plantas redujeron al 30 % su capacidad operativa. Esto obligó a activar reservas energéticas y modificar la red de distribución eléctrica en zonas urbanas.
En zonas rurales de Andalucía, Alentejo, Occitania y Campania se perdieron cosechas completas de hortalizas y frutas por la exposición al sol. También se registraron incendios en campos secos, sobre todo en el norte de Portugal y en la frontera entre España y Francia. Los bomberos trabajan con turnos extendidos y hay zonas donde se evacuaron viviendas por riesgo de propagación del fuego.
Las autoridades reconocen que el sistema urbano no está preparado para este tipo de fenómenos. Hay techos que se derritieron, cortes masivos de luz por el uso de aires acondicionados y estructuras públicas con fallas por dilatación de materiales. Las ciudades más afectadas evalúan ampliar los planes de adaptación climática para sumar más “refugios térmicos”, calles con sombra artificial y fuentes de agua potable en espacios públicos.
El cambio climático ya no es una discusión futura. Está presente y genera efectos visibles, concretos y letales. Los especialistas coinciden en que las olas de calor como esta se van a repetir con más frecuencia y con consecuencias más graves. En muchos lugares del sur europeo, el calor extremo dejó de ser una excepción para convertirse en parte del clima habitual del verano.
Los gobiernos europeos empiezan a revisar sus políticas públicas. Algunas ciudades analizan limitar la circulación de autos entre las 11 y las 17 para reducir el calor urbano. Otras proponen establecer alertas automáticas que obliguen a suspender actividades comerciales cuando se superen ciertos valores térmicos. En Bruselas, ya hay presión para que la Unión Europea defina estándares comunes de protección frente a temperaturas extremas.