La unidad llegó por miedo
Amores borgeanos y alianzas forzadas en la política bonaerense

Historiadora y Periodista

Internas cruzadas, liderazgos heridos y boletas compartidas a la fuerza.
Hubo fumata blanca. Pero no de alegría, sino de resignación. En la provincia de Buenos Aires, los dos grandes bloques que disputarán el poder en septiembre lograron cerrar alianzas. Pero lo que parecen frentes sólidos, en realidad son castillos de naipes sostenidos por la necesidad, el espanto y la desconfianza.
Por un lado, el peronismo bonaerense selló la creación del frente Fuerza Patria, uniendo a La Cámpora, el massismo y el kicillofismo. Por otro, La Libertad Avanza absorbió lo que quedaba del PRO bonaerense para competir con boleta violeta. Y entre ellos, el tercer espacio de “centro” –Somos Buenos Aires– intenta ocupar los huecos que dejan los extremos. Pero ninguna de estas alianzas nació del entusiasmo. Todas fueron paridas por el miedo al fracaso.
Kicillof y Máximo: una tregua con olor a pólvora
En el peronismo, la unidad no es virtud, es estrategia defensiva. Axel Kicillof y Máximo Kirchner, que se desprecian en privado, terminaron compartiendo espacio electoral. El gobernador cree que Máximo es un heredero sin capacidad ni calle, sostenido por el apellido y la memoria de su madre. El hijo de Cristina, por su parte, considera que Kicillof lo subestima, lo ningunea y que, para colmo, tiene razón.
La tensión es tal que desde el entorno camporista reconocen a Newstad con picardía: “Le vamos a armar listas hasta en la sociedad de fomento de Miramar”. El mensaje es claro: lo vamos a sabotear desde adentro. Kicillof, que quiere construir su propio camino dentro del peronismo, deberá caminar una campaña con fuego amigo constante. Lo que debiera ser una coalición es, en realidad, un frente de combate interno.
Del otro lado, Milei se queda con los restos del PRO
En el otro extremo, La Libertad Avanza hizo lo que parecía impensado hace apenas unos años: fagocitar al PRO. Con Mauricio Macri en Nueva York, subiendo fotos con futbolistas, la estructura que él creó fue entregada a Milei sin mayores resistencias. El acuerdo incluyó a Karina Milei, Sebastián Pareja, Ritondo y otros operadores, que hoy encarnan el pragmatismo puro: quedarse con algún cargo, aunque se haya perdido el alma.
Mientras tanto, Jorge Macri, el actual jefe de gobierno porteño pero fundador del PRO bonaerense veinte años atrás, pelea con Milei por el control territorial. Su estrategia parece ser la de sabotear desde las sombras, dinamitar cada acuerdo bonaerense que no incluya sus pedimentos. El PRO, se fragmenta como un espejo roto en el que ya nadie quiere mirarse.

El centro partido y funcional al kirchnerismo
En el medio, Somos Buenos Aires aparece como la expresión de una ruptura profunda dentro del radicalismo. Facundo Manes, junto a su hermano Gastón, lideran un armado que también incluye a Florencio Randazzo y Juan Schiaretti, Emilio Monzó, Nicolás Massot y Margarita Stolbizer. Se pueden considerar como la “ancha avenida del medio”, aunque su potencia real es aún un misterio. Su única certeza es que, al dividir al electorado no peronista, terminan beneficiando al oficialismo.
A este esquema hay que sumar a María Eugenia Talerico, que va por afuera y resta puntos valiosos a la derecha. En términos prácticos, se convierte en una colectora funcional al kirchnerismo.
Una elección sin mística, sin épica
El 7 de septiembre se celebrarán las elecciones provinciales más atípicas en décadas. Serán un test de poder, pero sin épica. Nadie defiende un proyecto, todos cuidan su quintita. La política bonaerense parece haberse resignado a la lógica de las internas eternas, de las alianzas frías, del cálculo crudo. Dos frentes grandes, Fuerza Patria y La Libertad Avanza, que están unidos por el espanto más que por el amor. Y un centro tibio que no conmueve ni define.
Son amores borgianos: imposibles. Se arman no por convicción, sino por supervivencia. No hay proyecto compartido, ni liderazgo claro, ni futuro posible: apenas la necesidad de evitar el papelón histórico. En vez de construir, calculan. En vez de soñar, resisten. Todos están juntos, pero nadie cree en nadie. Y tal vez ahí radique la verdadera tragedia de esta campaña: la política bonaerense dejó de representar ideas para convertirse en un campo de batalla entre enemigos íntimos que no se atreven a soltarse porque saben que, si caen, caen todos.