Outside the box
¿Nunca pelearon? Entonces no están casados

Periodista.
Entre Clooneys perfectos, divorcios contagiosos y portazos con sentido: lo que nos enseñan los vínculos cuando se los mira sin filtros.
Esta semana me detuve a mirar con atención la variedad de temas que llegó desde la sección Life & Style del Sunday Times de Londres. Y sí, parecía un menú surtido, pero enseguida descubrí que bajo esa diversidad había un hilo común: la evolución adulta y el arte de sostener la vida (y las relaciones) con inteligencia y coraje.
Arranquemos con los Clooney. George, el eterno galán de Hollywood, declaró que él y su esposa Amal “nunca han tenido una discusión” (The Clooneys have never had a row. Really?, por Michael Odell). Un momento… ¿nunca? Shane Watson, con humor británico afiladísimo, sugirió que eso no es necesariamente una virtud. De hecho, en toda relación sana “discutir es una forma de profundizar la confianza”. Porque aceptar el desacuerdo es también un acto de compromiso: implica ver al otro de verdad, asumir diferencias y no barrerlas bajo la alfombra de la perfección. Una relación sin peleas puede ser tan frágil como un vidrio sin marcas: muy lindo, pero rompible al primer golpe.
Hablando de golpes, pasemos a los divorcios. Resulta que ahora, si tus amigos se separan, no solo perdés la posibilidad de seguir compartiendo el alquiler de la casa grande un fin de semana largo: también podés contagiarte. Friends’ divorcing? Here’s what that means for your group holiday (publicado en el Sunday Times) nos advierte que la ruptura en un matrimonio dentro del grupo suele hacer tambalear a las otras parejas también. Como una especie de "influenza emocional", ver a otros cuestionarse puede activar nuestras propias dudas. “Las separaciones son sociales”, explica la nota. Y uno empieza a preguntarse si no estaría mejor también en Tinder.
Pero tranquilos. Si llegaron a los cuarenta y siguen juntos (o vivos), hay motivos para celebrar. En Meghan’s right. The best time of life is your forties, Rosamund Dean nos recuerda que los cuarenta son la mejor década: más libertad, más confianza, más sensualidad real. Como dice Dean, “dejamos de buscar validación externa”. Ya no importa tanto cuántos “likes” cosecha tu foto en Instagram; importa si sos feliz en tu vida real, la que no se filtra ni se retoca.
Y hablando de vidas poco tradicionales, la comediante y escritora Chelsea Handler se planta con una declaración explosiva: "Quiero muchos amantes, no uno solo" (Chelsea Handler: ‘I want lots of lovers everywhere. Not just one’). Handler se define como "anti-tradwife" (anti-esposa tradicional) y celebra su independencia brutal: “No cocino desde 2009”, proclama con orgullo. Más allá de su estilo provocador, nos recuerda que crecer es también elegir conscientemente qué valores queremos conservar... y cuáles no.
En otro rincón de la vida adulta, Anna Maxted entrevistó a Sarah Ockwell-Smith, autora de crianza respetuosa, quien propone abrazar la "emodiversidad" de los adolescentes (How to raise a teen: embrace ‘emodiversity’). Esto significa aceptar que tus hijos van a portazos limpios, enojados y sensibles... y que eso está bien. “No se trata de corregir cada berrinche, sino de acompañarlos en su caótica travesía emocional”, dice Ockwell-Smith. Que tire la primera piedra el padre que jamás pensó en mudarse a otro planeta durante una pelea sobre el uso del celular.
Por último, en After the split: socialising as a single mum, Molly Gunn cuenta la odisea de volver a socializar como madre soltera. El miedo a ser la única sin pareja en las reuniones o a sentirse "fuera del sistema" puede ser paralizante. Pero también puede ser liberador: reconstruir tu vida social desde otro lugar, uno propio y genuino.
Quizás más allá de las disputas, los portazos, las rupturas y las rebeliones, hay un arte en aprender a sostener el vínculo con uno mismo y con los demás. Y en ese arte, las mujeres (aunque muchas veces se nos tilde de "quejosas profesionales") tenemos un rol silenciosamente heroico. Somos, muchas veces, quienes damos la batalla de fondo por mantener los afectos vivos: aguantando cumples infantiles del amigo de tus a 35 grados, mediando entre adolescentes y hermanos chicos, cocinando cuatro platos diferentes pero asegurándonos de que la mesa siga estando.
Evolucionar no es dejar de discutir ni dejar de sentir. Es, como enseñan estas historias, aprender a discutir mejor, a amar con más realismo, a criar con más paciencia y a vivir con menos miedo. Y en este mundo que premia lo inmediato y lo fácil, defender los lazos de amor verdadero —con sus peleas, sus silencios y sus reconciliaciones— es quizá el acto más valiente y contracultural de todos.