Elecciones 2025 en la Ciudad
¿Dónde quedó la ilusión de votar?

Periodista.

Este domingo voy a votar, pero sin entusiasmo. Me pregunto cómo llegamos a este punto quienes sí creemos en la política y aún así no encontramos a quién votar.
Este domingo hay elecciones en la Ciudad. Y yo, que suelo ir a votar con convicción, esta vez voy por inercia. No me gusta decirlo, no me enorgullece, pero tampoco quiero disfrazar lo que siento: me falta entusiasmo. Me falta algo que me mueva.
No es que me dé igual. Todo lo contrario. Soy parte de esa mayoría silenciosa de mujeres porteñas que trabaja, cría hijos, hace malabares para llegar a fin de mes, se ocupa de su casa y también de su país. Y que, aunque no viva en un comité, se interesa por la política, por los valores detrás de los nombres, por lo que se hace —y sobre todo, por lo que no se hace— en la gestión pública. Pero esta campaña no me llegó. Ni propuestas claras ni liderazgos que despierten algo distinto. A lo sumo, chicanas de siempre, promesas recicladas, slogans con fecha de vencimiento.
Quizás no estuve lo suficientemente atenta, pensé. Pero enseguida descarté la culpa. Mi distracción no es tan única: es la de muchas mujeres como yo, que no tenemos tiempo de seguirle el ritmo a 17 listas en rotación permanente. 17 listas. Una para cada matiz del desconcierto. En el debate televisivo vi desfilar peronistas verdes, libertarios enfurecidos, ex jefes de Gobierno que ahora quieren ser legisladores, influencers disfrazados de estadistas, y alguna voz moderada que, con tono institucional y catálogo de obras, intentó sonar sensata… pero no logró levantar el ánimo de nadie. Tres horas de gente hablando... y yo sin saber qué pensar.
Lo que siento es una especie de extrañamiento. Como si los actores políticos se hubieran convertido en piezas móviles de un truco de magia: cuando bajo la vista un segundo, el que estaba de este lado aparece allá, el que era oficialismo ahora se indigna como oposición, y el que prometía ser distinto termina pactando con los de siempre. ¿Quién representa a quién? ¿Quién defiende qué?
En este juego de disfraces, perdimos algo básico: la coherencia. Y sin coherencia, cuesta creer. Como dijo Jorge Macri, hubo “mucha chicana y poca propuesta”. Pero no es solo eso: también hubo muchas caras conocidas y muy pocas ideas nuevas. Y eso, en una ciudad que se jacta de vanguardia, ya ni siquiera provoca bronca. Provoca indiferencia.
No quiero sonar a esa frase cómoda de “a mí la política no me interesa”. No es mi estilo. Lo que me pasa es peor: sí me interesa, y por eso me duele no encontrar una propuesta que me convenza. Me importa la ciudad que van a habitar mis hijos, me importan la educación, la seguridad, los valores de fondo. Pero nadie me habla de eso con claridad. Todos parecen estar más preocupados por no perder terreno que por ganar confianza.
Este domingo iré a votar igual. Porque creo en la democracia. Pero no iré con esperanza. No iré con ilusión. Iré como quien marca presencia en una reunión en la que ya no espera que pase nada importante.